Una historia de marcianos Hugo Enrique Sánchez —Pues no estoy de acuerdo, doña Margo —dijo una señora en el mercado al discutir con otras mujeres—. ¿De dónde saca usted que sabe más que nosotras? Todos vemos las cosas con nuestros propios ojos, y tan verdad es lo que yo creo como lo que usted cree. Así que no se quiera sentir superior. Estas palabras llamaron la atención de Fátima, quien no dejó de pensar en las consecuencias de lo que se decía. Y así, casi involuntariamente, imaginó una situación un poco extravagante. «En un pequeño planeta habitado por hombrecitos con sombreros de colores, todas las creencias son verdaderas. No hay escuelas. ¿Para qué? No es necesario distinguir las creencias del conocimiento, ya que el error es imposible. Cada quien toma lo que cree como verdadero, y lo es, porque la verdad depende de cada uno. Estudiantes y profesores, de haberlos, habrían estado tan dotados de verdad como el más sabio; dar solo a unos la tarea d...